La danza podemos encontrarla en el mismo origen del ser
humano, pues ya el hombre primitivo la utilizó, muy tempranamente, como
forma de expresión y de comunicación, tanto con los demás seres humanos, como
con las fuerzas de la naturaleza que no dominaba y que consideraba divinidades.
Entre los hombres primitivos la danza tenía un sentido mágico animista, pero
también valor de cohesión social. La danza sirve para infundir ánimo a los
guerreros, para el cortejo amoroso, para ejercitarse físicamente, etc.
Danza pírrica. Museo de la Acrópolis. Atenas
Tenemos que considerar que el elemento fundamental de la
danza está en la propia naturaleza humana: el ritmo, que le viene dado por su
propio funcionamiento orgánico, con la respiración y los latidos del corazón.
El mismo principio que hace nacer la música en los orígenes de la humanidad,
hace también nacer la danza, que están unidas indisolublemente.
Pintura fúnebre. Museo arqueológico nacional. Nápoles
Los primeros en reconocer la danza como un arte fueron los
griegos, que le dedicaron en su mitología una musa: Terpsícore. Su práctica
estaba ligada al culto del dios Dionisos y, junto con la poesía y la música,
era elemento indispensable de la tragedia griega, donde la catarsis ponía al
individuo en relación con los dioses, aunque también entre los griegos cumplía
la danza una función de comunicación y cohesión social.
Danza de una comedia romana. Museo pío clementino. Vaticano
En la antigua Roma la danza perdió importancia y valor
social y religioso. De hecho, bailar podía ser algo considerado inconveniente
en los hombres, lo que demuestran las críticas dirigidas a Escipión el Africano
que tuvo el atrevimiento de danzar ante sus hombres, seguramente una danza
guerrera.
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